
Melissa Gira Grant
El debate sobre trabajo sexual, sin importar lo solemnes o empáticos que afirmen ser sus interlocutores, es un espectáculo. Atrae a sus audiencias con el encanto de una crisis (¡la prostitución está arrasando con la nación!) y con la promesa de hacer el bien sintiéndose mal. Las historias tristes sobre trabajo sexual se ofrecen como lentejuelas, exhibidas para ser admiradas y barridas al momento en que termina el número. Como un premio, los organizadores pueden incluso invitar a una prostituta simbólica para mostrar una interpretación. A continuación las preguntas para ella:
- ¿La prostitución se considera violencia de género?
- ¿Las prostitutas son explotadas o empoderadas?
- ¿Qué factores llevan a una mujer (siempre se habla de mujeres) a entrar o a ser forzada a entrar al mundo de la prostitución?
- ¿Qué hay sobre “los hombres”/”los clientes”/”la demanda”?
- ¿Cómo definimos “prostitución”?
- ¿Cómo lo describe la gente que vende sexo?
- ¿Cuáles son algunos de los factores que llevan a las mujeres a no vender sexo?
- ¿Cuáles son algunos de los factores que llevan a las mujeres a oponerse a la prostitución?
- ¿Cómo podemos ayudar a las mujeres (y a cualquier otra persona) a entender mejor lo que realmente significa vender sexo?
- ¿Cómo podemos asegurar que las trabajadoras sexuales lideren el debate sobre este tema, es decir, sobre sus propias vidas?
No me imagino que aquellos en contra de la prostitución, los que favorecen este tipo de debates, crean que están ponderándole a la humanidad el valor de las personas que realizan trabajo sexual. La producción de estos debates yace en la presunción de que ellos mismos son el grupo que genuinamente se preocupa por las prostitutas. Tal vez consideran que el propósito del debate sobre prostitución es cuestionar los mitos y presunciones para demostrar su propia pericia, para “sensibilizar”.
¿Qué constituye a la naturaleza de esta sensibilización, en particular la concerniente a la duradera y ubicua naturaleza de la prostitución, la pornografía y otros tipos de comercialización del sexo? Aquellos que buscan sensibilizar tienen un hambre social sobre historias detalladas y escandalosas así como por un orden social que restrinja las oportunidades de los y las trabajadoras sexuales para expresarse sobre la realidad de sus vidas. Esta combinación de factores promueve la demanda de debates producidos específicamente para estos fines.

La industria del rescate, en términos de la antropóloga Laura Agustín, deriva valor de la creación de la sensibilización: le da a estos creadores trabajos cuya efectividad es medida por una cuenta subjetiva de qué tanto se está hablando de ellos. Sensibilizar sirve para construir valor que beneficia a aquellos que lo hacen, no para los sujetos de dicha sensibilización.
Sensibilizar acerca de la prostitución no es una actividad con valor neutral. Las trabajadoras sexuales ven una conexión directa entre los recursos provenientes de fundaciones destinados a publicidad como la que aparecen en los autobuses de la ciudad de Chicago y que afirman: “Hazte Rico. Trabaja en la Prostitución. Los Padrotes Se Quedan Con las Ganancias y las Prostitutas Por Lo General Pagan Con Sus Vidas” y los recursos asignados a la Policía de Chicago para salvar a mujeres que ellos llaman “prostituidas”. Inevitablemente, estas mujeres serán arrestadas sin importar cómo se les llame; esto es una demostración del daño producido por la llamada “sensibilización”, independientemente de las buenas intenciones.
De acuerdo con el Chicago Reporter: “Oficialmente las trabajadoras sexuales no tienen muchas probabilidades de enfrentar cargos, al menos no como sus patrones o padrotes quienes sí pueden ser consignados con cargos de primera ofensa de acuerdo a la legislación de Illinois (Safe Children’s Act) vigente desde el 2010“. Pero cuando el Chicago Reporter revisó las cifras estadísticas de los arrestos, encontraron que los datos muestran que la mayoría de los arrestos relacionados con la prostitución, se hacen casi exclusivamente a trabajadoras sexuales. En los últimos cuatro años conformaron el 97% de las 1,266 condenas relacionadas con trabajo sexual en el Condado de Cook. El número no hizo más que incrementar: las condenas por trabajo sexual entre trabajadoras sexuales creció en un 68% entre el 2008 y el 2011.
Esto sucedió justo cuando grupos anti-prostitución como la Alianza de Chicago en Contra de la Explotación Sexual empezaron actividades en la ciudad, demandando que los "padrotes” pagaran.
Con la sensibilización como meta, el debate se vuelve circular. El problema que tenemos en las manos no es: “¿Cómo podemos mejorar las vidas de las trabajadoras sexuales?” sino: “¿Cómo podemos continuar pensando en y hablando sobre las vidas de las trabajadoras sexuales para afianzar nuestro discurso sobre prostitución sin importar lo poco involucradas que estén las trabajadoras sexuales?” Tal vez aquellos que insisten en debatir, deban limitar el alcance de su solución a cómo producir debates de la mejor manera y guardar sus opiniones referentes al comercio sexual para ellos mismos.
¿En qué postura del debate se supone que los y las trabajadoras sexuales deben estar?
Los y las trabajadoras sexuales no tienen por qué defender la existencia del trabajo sexual como condición para realizar este trabajo sin ponerse en riesgo. Para muchos, si no es que para la mayoría de las personas con un trabajo, las actitudes y opiniones acerca de nuestro trabajo cambian en el curso de nuestras vidas laborales incluso pueden cambiar de un día a otro. Las experiencias de las trabajadoras sexuales no pueden ser capturadas y encasilladas ya sea en el lado de la explotación o en el de la empoderación. De manera simultánea, deben existir estrategias para que las trabajadoras puedan identificar de manera pública y colectiva, qué es lo que quieren cambiar de la manera en que son tratadas sin que se les obligue a abandonar la industria. Sus quejas sobre trabajo sexual no deberían ser construidas, como usualmente lo son, como evidencia del deseo de las trabajadoras para salir del trabajo sexual. Estas quejas aplican para todos los trabajadores en todas las industrias y no deben hacerse excepcionales al tratarse de trabajo sexual. Como periodista laboral, Sarah Jaffee habló acerca de sus batallas en su antiguo trabajo como mesera: “nunca nadie me quiso salvar de ser la industria restaurantera”.

Lejos de tocar genuinamente las vidas de los y las trabajadoras sexuales, estos debates crean oportunidad para que los oponentes de la prostitución expongan sus contribuciones intelectuales, políticas y morales al “conflicto”. Cuando la feminista, prostituta y fundadora de Coyote (“suspende tu vieja y anticuada ética” por sus siglas en inglés) Margo St. James intentó debatir con la activista anti-prostitución Kathleen Barry en una de las primeras conferencias mundiales sobre tráfico de personas en 1983, Barry le dijo que era “inapropiado discutir sobre la esclavitud sexual con mujeres prostitutas”.
Esto sigue vigente cuando grupos anti-prostitución afirman que las trabajadoras sexuales que quieren participar en los mismos foros en los que ellos participan no son “representativas”, que son miembros de una “industria cabildera del sexo” o que están trabajando para o incluso que ellas mismas son “traficantes y padrotes”. Para mi trabajo como periodista sobre campañas anti trabajo sexual me han dicho que seguramente mi trabajo está siendo publicado solamente porque recibo un pago de mis “patrocinadores” o “padrotes”. Kathleen Barry después fundó la Coalición en Contra del Tráfico de Mujeres que introducía vagamente el término “explotación sexual” a las políticas anti-tráfico de las Naciones Unidas, que muchos usaron como sinónimo de todo el sexo comercial sin importar si están presentes o no la fuerza, el fraude o la coerción.

Tenemos que redibujar las líneas del debate sobre prostitución. Las prostitutas están presentes en el debate o no lo están. Las trabajadoras sexuales están cansadas de ser invitadas a que públicamente se investiguen las políticas de sus propias vidas simplemente para servir como medio para cumplir las ambiciones políticas de alguien más.
Como editora de la influyente antología “Putas y Otras Feministas” (Whores and Other Feminists), Jill Nagle escribe: “se podría argumentar que la creación del discurso feminista en torno a la prostitución por parte de no-prostitutas, excluye a la trabajadora en sí del proceso de su propia representación”.
No solamente se utiliza a las trabajadoras sexuales de manera abstracta para ayudar a las feministas a “darle voz a los que no la tienen”, esas mismas feministas después tienden a ignorar el contenido de las voces reales del trabajo sexual.
Cuando las trabajadoras sexuales son puestas en este papel, como ícono mudo o instrumento de servicio, se encarna el trabajo del “bando” anti-prostitución al denunciar la situación de las trabajadoras sexuales al mismo tiempo en que las abandonan para que ocupen el rol fundamentalmente pasivo que insisten, es el que deben ocupar dentro de la prostitución. El paralelo se vuelve aún más condenatorio cuando a las trabajadoras sexuales se les paga comparativamente menos por su participación detrás de los podios.
“Interpretando a la Puta: el trabajo del trabajo sexual” es publicado por Verso. Melissa Gira Grant estará dando conferencia en Foyles, Londres el 27 de marzo y en el Festival de las Ideas de Bristol el 28 de marzo.
Traducido por Victoria Meza Servín para Espolea*